Opinión: Mario Bros: La película, la crítica desubicada y la audiencia.


Anunciada en 2018 y estrenada el 5 de abril de 2023, Mario Bros: La película, al fin está aquí, y como un champiñón verde, vino a darle vida, a darle un respiro de aire fresco, a permitirle una oportunidad más a la masacrada industria del cine y la animación. Con $368MDD anunciados de taquilla a principios de su quinto día, la película ya hizo historia posicionándose como el mejor estreno en su género, la animación; no hay castillo, salto imposible ni mansión embrujada que detenga Mario en las salas.

No es menos enunciar estos logros, Ilumination de la mano y guía de Nintendo han demostrado a ciertos ejecutivos con orejas de rata, sin visión y entendimiento que la animación, además de ser un excelente medio para producir cine, está muy viva y que su rentabilidad no está atada a un público infantil. Y es que no se puede dejar pasar la sátira, la burla o la parodia cuando el mercado celebra y la “crítica profesional”, en un rincón de la sala sombrío donde ni la música llega, mira de soslayo la fiesta bebiendo a sorbitos un trago que ya hace mucho dejó de ser fresco, pues nadie está dispuesto a ofrecerle uno más.

Este divorcio entre “críticos” y audiencia no es nuevo, ya en muchas ocasiones se ha demostrado que la visión cosmopolita de los primeros más bien parece la de una niebla que jamás cruza más allá del cerro; los valores para la calificación se ensañan en imposibles y soberbias, dislocados de la realidad. Esta afirmación no es una ocurrencia por tomar parte del tren de la “funa” hacia los críticos, es que cuando una opinión carece de coherencia y enaltece la ignorancia es difícil no hacerla mirar. Para defender a la audiencia, que en mayoría sabe qué ha consumido y qué celebra, de una minoría que se abraza a la crítica, debemos repasar rápidamente en qué se basa la propiedad.

En primer lugar, debemos saber que la marca Mario, tal como se le conoce hoy, inició su trayecto como un héroe conocido como Jumpman en los arcades de Donkey Kong de 1981; su trama era simple, Jumpman debe salvar a una dama en apuros evadiendo barriles lanzados por un gorila que la ha secuestrado. Posterior a esto, Shigeru Miyamoto, padre de los personajes, y Nintendo desarrollaron Mario Bros en 1983 también para arcades, una versión aún más simple que destacó por el mimo de su jugabilidad. Para esta entrega la trama se enfatizó en dos hermanos, Mario y Luigi, derrotando monstruos salidos de las alcantarillas de New York, una vez más una premisa simple pero funcional para una cultura de videojuegos en pañales.

No sería hasta el lanzamiento para la Nintendo Entertainment System que se titularía la saga como Super Mario Bros, en 1985. La entrega trajo de nuevo a los hermanos fontaneros y se sumergió de lleno en las aventuras fantásticas, cimentó el canon y agregó, además, una trama similar a la original en Donkey Kong; «Mario y Luigi deben rescatar a la princesa Peach del Reino Champiñón que fue secuestrada por el rey de los Koopas, Bowser». A partir del éxito de este juego la propiedad ganó músculo y la bola de nieve, nacida de Jumpman, se dejó llevar por la pendiente de la popularidad con un sinfín de títulos secuelas, crossovers y spin off tan variopintos como todas las criaturas que lo integran.

Sería necedad enumerar cada uno de los títulos, la propiedad de Super Mario goza, y me atrevo a decirlo de esta forma, de la misma universalidad que las Biblias religiosas o la historia de la Primera y Segunda Guerra Mundial; no hace falta explicar de más y sólo se puede intercambiar opiniones de cuál entrega ha sido tu favorita; su servidor, por ejemplo, ama Super Mario Bros 3 —el Mario colita, como me gusta mencionarlo—, otros han dicho que Super Mario Odyssey, Galaxy o el legendario Mario 64. Propiedades de esto hay para elegir, como restaurante de bufé.

Con lo dicho queda claro que cuando hablamos de Mario Bros como propiedad comercial no estamos ante una premisa profunda o un lore que debes releer una y otra vez a ver si al caso entiendes qué pasa, para nada, desde sus fundamentos Shigeru Miyamoto tuvo la visión de darnos algo simple y efectivo, sin mayores sobre saltos más que nuestras propias torpezas en el mando. Es por ello por lo que cuando la crítica de ciertas páginas de “prestigio” calificaron la película como deficiente, toda la audiencia se llevó las manos a la cabeza, no por la nota, sino las pretensiones de los críticos hacia la propiedad.

Por ejemplo, en Rotten Tomatoes podemos encontrar la «magnífica e irrefutable» crítica de Claudia Puig quien dice: «olvidaron crear una historia atractiva. Es sosa, poco interesante e improvisada»(https://www.kpcc.org/podcast/filmweek/filmweek-the-super-mario-bros-movie-showing-up-paint-and-more). Con respeto, dama, le sugiero regresar al párrafo cuarto de esta columna, Mario Bros jamás ha tenido la intención de sumergirse en tramas profundas, de hecho, todo lo contrario, porque Nintendo y Miyamoto siempre han sido conscientes de a qué mercado va dirigido su producto.

Kevin Maher trae consigo estas palabras: «Es emocionalmente suave, y, sin embargo, lo suficientemente llamativo para sedar psicológicamente a la audiencia preadolescente de Pascua»(https://www.thetimes.co.uk/article/super-mario-bros-film-review-tjx7rhtzx). En ocasiones no se entiende cómo a este tipo de crítico les dan valor a sus opiniones cuando su percepción de la realidad está tan alterada; buscar El Padrino, Ciudadano Kane o 1984 en Mario Bros es dispararse a los pies, ni la propiedad da para ello ni la intención fue esa en su marketing. Y es fácil refutarlo, pues este producto fue dirigido a niños por estética y temática, pero en realidad también fue dirigido hacia los adultos que jugaron desde su nacimiento a la propiedad pues todas esas referencias no están allí en vano, Nintendo sabía lo que hacía; por lo que se demuestra que definitivamente no sólo su público es preadolescente. Además, señor crítico, ¿qué tratas de decir?, ¿que el público joven es estúpido?, deberías medir mejor tus insinuaciones. En fin, querido desubicado, aquí el único sedado fuiste tú, que por tu arrogancia y tu incapacidad de ser objetivo olvidaste que esta obra es comercial y como tal no puedes medirla como si fuese arte y ensayo; aprende a diferenciar manzanos de olmos.

Aron White nos deleita con lo siguiente: «Tiene una animación vibrante, tiene una maravillosa música remezclada de videojuegos y está llena de referencias nostálgicas de la famosa propiedad intelectual de Nintendo. Pero la trama y la escritura son tan flojas, tan completamente huecas, que no hay nada estupendo aquí. Diversión olvidable y decepcionante» (https://www.rottentomatoes.com/critics/aaron-white/movies); al menos se le reconoce que algo positivo le dio, sin embargo, esa diversión olvidable de la que habla seguramente se refería a su propia crítica, pues los memes, señal inequívoca en la cultura actual de la perpetuidad de una propiedad, nos hacen reír día a día posterior al visionado. Y de nuevo, ¿qué pretendía encontrar?, ¿la misma profundidad llana característica de los guiones enfocados en género y otras luchas que a nadie le importa?, creo que no equivocarme cuando afirmo que estamos cansados de que le den profundidad y hagan maromas con los guiones a propiedades que no lo requieren.

Con estas tres demostraciones y réplicas hacia la crítica, queda en claro que la posición generalizada hacia estas es el camino correcto cuando hablamos de disfrutar del cine, pues no hay red social que a hoy no se haga un chiste por las calificaciones hacia esta película. Y es que un público ya harto de las ofensivas “entrevistas” que dan muchas de las productoras americanas en la actualidad, en verdad cae como bebida refrescante una producción como esta que mantiene la esencia, sin cambios ni “representation”, de lo que la ha hecho grande; eso, como audiencia mayoritaria que no rebusca en el basurero de la pretensión, lo agradece y toma postura aliada con la producción y no a un discurso cansino y desubicado como el de la crítica.

Como final de esta columna, deseo dejar mi propia reseña a la película. Mario Bros: la película, es una merecida retribución de Ilumination y Nintendo hacia el público que han hecho grande sus propiedades. Cada detalle, risa, emoción y acción es regocijo puro que denota el respeto y el cariño de todos los involucrados en su producción y que el fanático de huesos amarillentos aplaude sin sonrojo alguno. Su único pecado es tener un ritmo acelerado, y sin embargo, también es una virtud pues no hay sentimiento alguno de relleno ni tramas forzadas. Yo le doy un 10/10, hermosa estética, animación impecable, no hay pretensiones; la película es comercial y lo sabe a la perfección y, sobre todo, respeta el material original, ejes básicos y simples que se deben tener en cuenta en la adaptación de una película de video juegos como esta.


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