Opinión: J.K. Rowling y la Orden del Abecedario+; ¡no a la censura!


Todo va mal cuando ya en el título hay una palabra que no es bienvenida, junto a un eufemismo que debe levantar roncha a esos que cuando tocan un lugar expelen el nauseabundo aliento ideológico. Y es que a pesar de no vernos fans a ultranza de J.K. Rowling, es propio decir que esta autora no merece la persecución y cancelación inquisidora de los insufribles «tolerantes» de un colectivo que no hace mucho era sinónimo de respeto, pero que hoy rivaliza con la infamia de la Schuztstaffel.

Y es que no es la primera ocasión, ya en Nueva Zelanda, en algún festival del libro de poca monta, ya que censurar es de gentuza vulgar y no de personas decentes, se dieron a la labor de cancelar a la autora de Harry Potter, únicamente por dar su opinión. Pero no contentos por ello, la persecución de estos «neo inquisidores» hacia J.K. Rowling llega a nuevos niveles, pues han conseguido censurar, en una Comic Con de poca monta, ya que ceder ante esta chusma no te da ningún prestigio, en Londres, un panel del mago dadas las quejas de una secta mezquina del lobby, cómo no, del Abecedario+.

Londres, cuna y cárcel de mucha de la cultura de la humanidad, ha hecho historia, de la mala, de nuevo, cómo cabía esperar, al alcahuetear dicha cancelación, dándole alas a la Orden del Abecedario+ para que cuando algo les moleste lo censuren. Así, con el contexto puesto en escena, debemos opinar y analizar, como creadores de contenido de todo tipo, ¿cuál será el futuro del arte, si permitimos a más gente como esta, privar a un autor de su merecida fama y trascendencia?

No estaremos descubriendo el agua tibia afirmando que el derecho a la libre expresión son las bases fundamentales de nuestra riqueza cultural; desde las bellísimas esculturas de Kukulkán, hasta la imagenería más detallada de Jesús en la cruz, son el reflejo del albedrío de pensamiento y opiniones disruptivas de la imagen de un Dios, así como un automóvil y una motocicleta son filosofías diferentes de cómo movilizarse. Con estos ejemplos simples, pero notorios, evidenciamos que sin el «antagonismo de ideas» no existiría, ni la mitad, de la diversidad artística.

Es por ello por lo que, cuando mencionamos las circunstancias de censuras sufridas por J.K. Rowling, debemos disponer nuestras barbas al remojo y mirar, con incisivo criterios de oposición, que, si a nuestro vecino o colega lo están llevando al cadalso por sus posturas, tú, que amas tu libertad de expresión, serás el siguiente si no doblas la cabeza a los caprichos de una chusma, que se mire por donde se mire, no tienen ni razón ni derecho a perseguirte. Y es que no existe peligro más grave para el arte que un artista condicionado.

Cualquiera que haya recibido una clase de historia del arte o de dibujo escuchará a su docente, siempre y cuando éste no esté alienado a la ideología de turno o no sea un vago que cobra la hora sin educar, a profesar la importancia de buscar tu estilo. Ese proceso, además de arduo y donde pocos consiguen dar con el suyo, conlleva a referenciarte, a buscar y copiar estilos que te gusten que poco a poco degenerarán en tus trazos personales, en tu personalidad, en tu propia escuela de arte. Sin embargo, cuando el profesorado no tiene idea del concepto de pedagogía, la generación a sus manos acabará, ineludiblemente, copiando a la copia, como son el caso de los actuales espectáculos de Cartoon Network u otros estudios, que utilizan el mismo molde para básicamente todos sus personajes.

Cuando sucede estos acontecimientos, y la copia y pega ya es palpable con cualquier producto, entramos en un proceso de decadencia artística. Por ello en muchas ocasiones las opiniones de muchas personas circulan en la pereza de ver un live action de una obra que no lo necesitaba; o la ausencia de creatividad cuando, con merecida justificación, se producen quejas por el cambio de raza de un personaje, pues según las mentes soberbias de las compañías, es el toque de «acercamiento y actualización» que requiere el producto, cuando no se dan cuenta que simplemente está haciendo un refrito del refrito, carente de estilo y personalidad; al final la audiencia percibe esto como pan de tres semanas bañado en salsa de hoy, que lo único notable es el mugriento mensaje político detrás.

Y es exactamente esto lo que hoy, cuando miramos una película o serie de algunas plataformas y pensamos «vaya mierda», lo que sucede en el arte, pues han conseguido contaminar la atmósfera a un único discurso político, que además de nocivo, produce sectas de lunáticos como la del Orden del Abecedario+ buscando amoldar todo a su imagen insufrible y victimista, denegando el desarrollo libre del artista.

Buscar censurar las ideas contrarias, para unificar todo a un criterio «correcto», es la antítesis de cualquier avance artístico, y para qué ocultarlo, de cualquier tipo de avance humano. Esta afirmación es fácilmente evidenciable cuando hablamos de artistas de renombre, como Jackson Pollock o Pablo Picasso, que por su estilo y firma en el arte abstracto dejaron huella y se inmortalizaron en la historia. Más esto no fue gratis, para conseguirlo debieron irle en contra a todo lo establecido de la época, incluyendo a los estilos artísticos enraizados en lo más profundo del criterio común de lo que era el arte en sus días.

Pero no se debe confundir el arte abstracto de estos dos artistas a un «todo vale» sin criterio, como hoy tratan de plantear muchos de los “profesionales” en ideologías, porque es un acto de reverenda ignorancia. Ambos artistas en su época podían crear obras impresionistas como el que más, sin embargo, y gracias a sus ideas de pensamiento, decidieron irse por la tangente por la cual hoy se les conoce, ya que no deseaban ser uno más del montón y buscaron la alternativa con todo el conocimiento que ya cargaban a hombros. Por tanto, si existe una lección detrás de ellos, es que sin fundamentos no puedes cambiar nada, y eso trae consigo aceptar, sin destruir, los estilos anteriores.

Con estos dos ejemplos anteriores, aunque bien podría haberse mencionado a otros como a Leonardo Da Vinci o Francisco de Goya, también trasgresores de su época, el futuro, o sea el hoy, del arte no hubiese prosperado tal cual lo hizo. Condicionar, sin la menor idea del daño que provoca esta actitud al avance, no es más que un acto de torpeza inconmensurable al no dejar prosperar por naturaleza propia y la evolución de este.

Por tanto, es menester y deber irnos en contra de cualquier intento de transformar la cultura en una «mente colmena», idealizada sin fundamentos básicos, que buscan mutar al arte, irreverente por naturaleza, a una zona segura y de confort mediocre, sólo por que a una minoría muy escandalosa se le antoja, pues esto sólo atrasará, como alguna vez lo hizo el oscurantismo, el avance verdadero de la cultura en todo lo referente a su concepto, pues sin disidencia no existe, irónicamente, diversidad.

Con todas estas argumentaciones, podemos señalar que dejar pasar esta censura como un logro de la Orden del Abecedario+, y no tacharla como la actitud regresiva y fascista que realmente es, extinguirá poco a poco la magia irreverente, libre y disruptiva del arte mismo, así también la riqueza diversa de éste, sólo para complacer a una minoría, que, a la final, no son felices y que quiere que todos sean, igual o peor de miserables, que ellos mismos…

La censura es, ¡mierda!


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